Los miopes (nos referimos, obviamente, a todos los «miopes», entre comillas, de los que se habla en este libro) se dividen en dos grandes grupos. En el grupo A están todas aquellas personas para quienes la miopía se traduce, sobre todo, en la imposibilidad de encontrar una dirección válida que pueda conducirles precisamente hasta donde ellos quieren ir. Se han conocido, en efecto, miopes que, deseando desplazarse hacia la izquierda, lo hicieron hacia la derecha, con todos los problemas que ello supone a la hora de afiliarse políticamente a los desorientados. En el grupo B, tan numeroso como el primero, nos encontramos con todos aquellos falsos miopes que se escudan astutamente tras su aparente miopía para no ser testigos de todos los tirones de bolso y de todos los timos de la estampita que se producen continuamente a su alrededor y de los que algún juez severo podría incluso responsabilizarles. Tenemos, pues, por un lado, miopes dulces, tiernos, ligeramente obesos, entrañables, por lo general calvos, pero, sobre todo, llenos de buenas intenciones, que andan siempre dándose de bruces con todas las puertas cerradas y, lo que es peor, despeñándose por todos los abismos que los desalmados colocan a sus pies. Por otro lado, están los miopes acomodaticios, egoístas, pancistas, ególatras, mezquinos, irresolutos y pendejos, que tanto abundan en este lado del Edén, aunque no se les pueda reconocer a primera vista. Muchos de esos individuos, por cierto, ni siquiera pueden presentar a la autoridad competente un carnet que acredite su condición de miopes...
Tapa blanda, 121 pág. buen estado. Anagrama, 1990